Se estampó el Atlético contra el muro amarillo, como en Vila-real pero peor, mucho peor. Si aquello fue un revés de juego, lo del Dortmund fue directamente una pesadilla. Había saltado el Atleti igual que el sábado, con ese pantalón-azul-claro-casi-blanco y otro aire. De inicio quiso el Cholo ser contundente ante un rival que entró frío pero era centella cada vez que tocaba un balón, escapándose rapidísimo en las contras.
A pesar de tener el control, Simeone pronto perdería la voz: Lemar erraba con estrépito un pase que casi acaba en contra amarilla, Thomas regalaba un balón que acababa con Reus colgando un balón sobre Oblak. Despertaría el Dortmund para empezar a jugar su partido: acongojar a un Atleti que, hasta el momento, era Koke. Un Koke que movía al equipo y buscaba la pelota, cortando ángulos de tiro, peleando cada brizna de hierba. Pero estaba solo. Y se vio demasiado pronto.
Lemar era un francés perdido en un laberinto alemán y Costa, un delantero al que le ha salido caparazón, absoluta tortuga. Lento, lentísimo, desaprovechó un pase perfecto de Lemar que le dejaba solo ante Burki. Pero pensó demasiado, o quizá es que ahora no le sale más rápido, y Piszczek le arrebató el balón como un adulto a un niño. Eso y un tiro de Griezmann fue el único peligro rojiblanco en la primera parte. Todo entonces ya le pertenecía al Dortmund.
Había crecido sobre las internadas de Acharf por la izquierda y la bota de un futbolista, Reus. Un espectáculo. Móvil, incisivo y por detrás de Gotze, falso 9, toda la hierba era suya. El Dortmund comenzó a robar con facilidad en el centro y subir al Atleti a una noria: Pulisic, Bruun Larsen y Reus tocaban y jugaban, rapidísimos, muy móviles. Un mareo. Y Simeone no tenía biodramina. No tardaría el Dortmund en llevarlo a gol.
Fue después de que Delaney abandonara el campo lesionado y un latigazo de Witsel a la cepa del poste de Oblak que agarró el portero. El siguiente ya no. El Atleti ya era simple cartón deshecho bajo la lluvia: jugó, templó y Witsel remató desde de la frontal. La pelota tocó en Lucas y despistó a Oblak. El Atleti se abalanzó sobre el descanso como un sediento sobre el agua. Cuando regresó de la caseta, Thomas llevaba abrigo y el cuarto árbitro mostraba un dorsal en su cartelón: el 14 de Rodrigo, adentro.
El Atleti fue otro. Rodrigo le ponía el control y le daba a Koke, en el centro, más libertad para asociarse. Saúl, en la derecha, dio un paso adelante. Alemania es cosa suya y quiso volver a dejar su muesca, como ante el Leverkusen, ante el Bayern: en diez minutos, con tres latigazos, ya había enviado un balón al palo y probado los guantes de Burki. Hasta Lemar parecía asomar fuera del laberinto y Juanfran descosía al Dortmund en su ir y venir por la banda, regate incluido, como con cinco años menos.
Los alemanes parecían una fotocopia pixelada de su imagen de la primera parte, Reus y Achraf se estorbaban, Filipe robaba y hasta la muralla amarilla parecía rugir menos cuando Simeone hizo su segundo cambio. Correa por Saúl, aunque ayer fuera uno de esos días de nunca quitarlo. Cuatro minutos después Rodrigo perdía la posición en el centro, Achraf corría y Guerreiro hacía el 2-0. Encajaría el golpe el Atleti y a por Burki se fue. Godín se lanzó al ataque, como el delantero centro que fue y Correa envió otro balón al palo, tras tocarlo Burki. Con el Atleti lanzado a la guerra, los espacios a su espalda fueron letales, el agujero negro que lo sumió.
Si un minuto en el fútbol es una vida, los diez últimos en Alemania fueron una tortura. Achraf volvió a ganar otra carrera, Sancho hizo el 3-0 en posible fuera de juega (ay, el VAR…). Filipe despejó al centro y Guerreiro volvió a encontrar la red de Oblak. Se iba el Atleti volteado por el Dortmund y la herida más grande en la era Simeone: cuatro piedras gigantes al bolsillo. No volverá a vestir con pantalón azul claro casi blanco y camiseta azul ante un equipo de amarillo. créditos As