TEGUCIGALPA. – Desde que era una niña se apasionó por bailar las danzas folclóricas que eran muy habituales en las presentaciones culturales de su escuela.
Con el tiempo se convirtió en maestra de educación preescolar y su apasionamiento por la danza continuó.
Sin embargo, doña Aminta ahora a la edad de 70 años, nunca pudo lucir aquellos esbeltos trajes decorados con llamativos colores y que se mueven al compás de la música de la marimba.
Sus ocupaciones como docente le impidieron poder cumplir su deseo de mostrarse en publico y danzar con aquellas interpretaciones.
Hoy, ya jubilada, encontró un espacio y el momento idóneo para cumplir su sueño. Ella, junto a otras siete damas, igualmente maestras ya jubiladas y afiliadas al INPREMA practican horas y horas los ritmos tradicionales del folklore catracho.
Katya Ramos, es su instructora. Todos los martes, miércoles y jueves, se le suele ver por los pasillos de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM) con su falda de practica y su escoba para danzar.
Y no es que la escoba sea el compañero de baile, puesto que ellas aseguran no necesitar a un acompañante varón para sus danzas.
“Desde muy pequeña me gustó la danza folclórica, y siempre trabajé en preescolar y me picaban los pies por bailar. El instructor era muy enojado y los niños muy inquietos y yo debía de estarlos sentando. Yo solo miraba de ojo, y ejecutar la danza hasta ahora que estoy jubilada”, cuenta la más bromista y alegre de las chicas, Aminta Velásquez.
Su instructora Katya Ramos, quien forma parte del Cuadro de Danza de la UPNFM; asegura que practicar y enseñar a personas adultas, no es aburrido como se puede llegar a pensar.
“Me parece bastante divertido practicar y trabajar con ellas, por el sentido que despiertan bastantes inspiraciones. Son muy divertidas. Cualquiera diría que enseñar a personas adultas es aburrido, al contrario, siempre me sacan una sonrisa”.
Es así como este grupo de ocho damas: Rosario, Vilma, Letty, Clarita, Margarita, Marthita, Aminta y Nolvia, han encontrado en la danza, una forma de vida en esta etapa dorada.
“El corazón lo tenemos joven”, dice doña Marthita.