El fútbol no solo es de ladrar como hacen los perros, no es cuestión de gritar a los cuatros vientos, así como suele pasar con los locos, tampoco es de andar declarando a los medios de comunicación todas las estupideces que se tienen acumuladas en la mente, es cuestión de estrategias, de analisis, de estudios, de tácticas y de conveniencias, es cuestión de hacer prevalecer el sentido común y un poco más, es saber leer el juego, algo que Héctor Vargas no ha podido aplicar estas herramientas en el partido contra Motagua.
Se sabía que era un partido complicado, claro, hasta los difuntos lo sabían, estaba claro que anotar goles en el partido era muy difícil, hasta un niño lo sabía, lastima que el entrenador de Marathón y su cuerpo técnico no se dieron cuenta, pensaron que era una fiesta de goles, la afición que asistió al estadio los segó, los volvió loco, no tuvieron tiempo para pensar, ni para analizar, la prevención y las ganas de ganar desapareció.
Marathón estaba en la final y la tuvo en sus manos, solo que el entrenador, Héctor Vargas pasó desapercibido, se confundió, el ambiente lo perdió, se endioso tanto que en un abrir y cerrar de ojo perdió la oportunidad de jugar la final, por su culpa el Marathón no es finalista, estaba fácil, bueno, eso lo vio hasta el que no entiende de tácticas y de estrategias en el fútbol, la solución estaba en sus manos, era tomar decisiones técnicas y tácticas, solo debía de recomponer su equipo, poner dos contenciones en el segundo tiempo y se resolvía todo, modificar al equipo para no dar ventajas. Asegurar el partido es una ley en el fútbol, a Vargas le valió, parecía que era el entrenador del contrario. Que Marathón necesitaba hacer tres goles más, eso dio a entender cuando salió con el mismo esquema y sistema de juego en el segundo tiempo.
No debió regresar en el segundo tiempo con los jugadores que terminaron, debió hacer cambios, poblar el medio campo con jugadores de marcas, a Marathón le sobran, tiene futbolistas que saben luchar en esa posición, el resultado estaba a su favor, nunca lo entendió Vargas, el placer de creer que estaba haciendo daño a su connacional, lo segó, lo embrutecio. Ya no podía seguir con el mismo equipo ofensivo, el objetivo se había logrado, era de sacar en el entretiempo al cubano, Yaudel Lahera y meter al contención de su preferencia, era de sacar a Carlo Costly y meter a un volante de su gusto al medio campo, por no saber leer el juego, por siego e incapaz se quedó sin final.