Tegucigalpa – Tres victorias en tres partidos, once goles a favor y ninguno en contra. Una aritmética así, registrada por Solari, admite pocas deliberaciones. La notas a pie de página son otra cosa. El martillazo del Madrid en Plzen no se vio acompañado de un fútbol arrollador ni estuvo exento de fortuna en los primeros minutos. Si el plan era ganar primero y preguntar después, funciona. Si el plan es seguir ganando, se precisan mejoras, porque no siempre estarán a mano el balón parado y el Viktoria Plzen.
Una conjunción astral empuja a Solari hacia el contrato indefinido. Porque lo primero que se supo del Madrid en Plzen fue que un despeje suicida de Nacho golpeó en el larguero. El tercer balón en cuatro días que topó con ese socorrista de madera. Y no hubo VAR que denunciase el codazo alevoso e inexplicable de Sergio Ramos a Havel. Como único rastro del mandoble quedó la sangre que manó de la nariz del checo, al que Vrba tuvo que sustituir antes del descanso. Dos golpes de viento favorable que no conoció Lopetegui. Dos lances que comenzaron a deshelar al Madrid, que invadió después el partido ante un adversario tan vigoroso como inferior. Hay guerras que comienzan a ganarse con un tiro al aire.
Un punto a favor de Solari es que no se ha dejado engañar por las victorias. Para empezar, no va a politiquear con el portero. Se acabó el reparto y jugó Courtois, lo que coincide sospechosamente con los gustos del club. Y limpió a la cuadrilla del arte al completo: Modric, Asensio y Isco. Para este fue la tercera suplencia consecutiva. Un equipo con mayor carga energética y menos inclinado a la elaboración y con la defensa remendada.
Pero la primera piedra de la goleada no fue fruto de la insistencia sino del ingenio de Benzema, un futbolista que lleva nueve años y pico bailando la yenka en el Madrid. Esta vez sus pasos fueron hacia adelante. Tomó una pelota en el área, se sacó a dos zagueros con un recorte y remató por bajo con el sosiego de un goleador, lo que no es ni será. Un tanto para aliviar el mal inicio, la presión sobre el francés y hasta la gran depresión colectiva.
La noche de Benzema
Luego, el Madrid completó el trabajo a balón parado en el área del Viktoria Plzen, sobre el que se extendió una alfombra roja. Un cabezazo de Casemiro, otro de Benzema y un disparo de Bale, tras balón peinado por el francés, deshicieron a los checos sin que el Madrid precisase de la elaboración. Bastó con que llovieran balones al área.
En cualquier caso, como meter diez goles y no encajar ninguno en tres partidos va más allá de una concatenación de golpes de fortuna, habrá que reconocerle al técnico cada vez menos provisional cierto manejo de la situación: Reguilón volvió a dejar una estupenda impresión de lateral alegre y con centro de alta precisión; Benzema empieza a remontar aunque su pronóstico será siempre reservado, y Bale está pendiente de evolución. De la suya y de la de Vinicius. A Benzema y a Bale les convendría llenar el granero este mes para no tener que dar explicaciones en su vuelta al Bernabéu.
El resultado antes del descanso permitió hacer planes de futuro. Solari metió a Javi Sánchez, que huele a cuarto central, y Vinicius. Presiente que los necesitará cuando se cargue el calendario y no quiere que el trance les pille inactivos. Cumplió el central y dio que hablar Vinicius, al que la carestía ha convertido prematuramente en objeto de adoración. Dio la asistencia del quinto gol y se atrevió con todo. Le faltan tablas pero le sobra valor. Para Solari está en observación; para la gente, en expectación. (AS)