Brasil y Argentina siempre suele ser un acontecimiento. El Superclásico de las Américas, mayor rivalidad del continente, «un partido que nunca es un amistoso», según definió el propio Neymar en la víspera del encuentro. Lo único que Ney, sus compañeros y sus rivales argentinos no esperaban era que habría un tercer oponente en campo. El calor sofocante de Arabia Saudí, donde el partido fue disputado.
Ante los 62.345 aficionados que llenaron al estadio Rey Abdullah y bajo una sensación térmica de 37°C y 65% de humedad, argentinos y brasileños pasaron dos tercios del partido arrastrándose en campo, peleando contra la pelota con unas piernas que no respondían. Una situación tan agonizante que obligó al árbitro alemán Felix Brych a paralizar el partido dos veces para la hidratación de los futbolistas.
Sin Messi, que se ha tomado un descanso de la albicelete, todos los ojos estaban puestos en Neymar. Y el delantero del PSG fue realmente el que más intentó.Jugando con más libertad gracias a la entrada de Arthur en el centro del campo, el nuevo capitán canarinho corrió, sudó, hizo lo que pudo ante una Argentina gris sin su gran estrella. Que tuvo sus pocos momentos de ilusión en un par de jugadas de Dybala.
Pero aunque Brasil tuviera el 60% de la posesión durante todo el partido, no fue capaz de transformar su versión del tiqui taca en oportunidades de gol. Con el 0-0 en el marcador y tan sólo un tiro a portería de ambos lados, el partido se acercaba del final y de una disputa de penaltis cuando, en el 93′, Neymar intentó una jugada individual que acabó en córner desde la izquierda. Él mismo centró en la cabeza de Miranda que, sólo en el primer palo, remató para marcar el gol de la victoria brasileña. TOMADA DE AS