Un hombre al que le implantaron un pene biónico estuvo internado cinco días en coma luego de mantener sus primeras relaciones sexuales.
Andrew Wardle, un guardia de seguridad de 45 años, tiene una extraña condición que sufre tan solo uno de cada 20 millones de hombres.
Nació sin pene por una extraña malformación congénita llamada extrofia vesical.
Su vida fue siempre un tormento físico y psicológico. Sus padres lo abandonaron al poco tiempo de nacer y lo dieron en adopción. Ocultó su condición a todos sus amigos y a sus novias, con quienes -lógicamente- no tenía relaciones sexuales.
La situación lo llevó a la depresión profunda. En dos ocasiones Wardle intentó quitarse la vida.
Pero en 2015 un documental lo hizo célebre. Su caso se hizo público y consiguió hablar abiertamente sobre su drama.
Médicos del University College de Londres encontraron la forma de hacerle un implante en una operación que demandó diez horas y costó 55.000 dólares.
Los especialistas lograron diseñar un miembro a base de músculo, piel y nervios extraídos de su brazo izquierdo.
Tras cuatro años de procedimiento, los especialistas lograron implantárselo, aunque aún queda una prueba definitiva para «sintonizar» el pene biónico.
El postoperatorio no fue del todo cómodo. Wardle debió pasar dos semanas con una erección a prueba.
Se desvaneció a la mañana siguiente. Su novia lo encontró inconsciente en el piso de su habitación.
Los médicos determinaron que inconveniente provenía de su vesícula biliar, que le fue retirada por medio de una laparoscopía.
Wardle -quien vive en Manchester con su prometida- se recuperó. Incluso, ahora piensa tener hijos.
Cuando comenzó su proceso previo a la operación su historia se hizo conocida.