River Plate se impuso al Boca Juniors en el clásico argentino

Pareció el alargue del alargue. Dio toda la sensación que era un tiempo más de aquel recordado partido jugado en Madrid, en el que River, contundente, selló el partido y la consagración con la larga corrida de Martínez. Boca quedó golpeado el 9 de diciembre pasado, conmovido, sin reacción. Se fue Barros Schelotto y gran parte del equipo, pero en los nuevos quedó el trauma, la angustia, el temor y el miedo ante un rival francamente superior.

Esos estados de ánimo no se solucionan con el llamado a un psicólogo la noche anterior al partido. Alfaro y Boca recurrieron a ello para apaciguar las almas. Un profesional en la materia charló con los jugadores, horas antes del partido, en Ezeiza, y de poco sirvió. La inteligencia emocional y sus consecuencias son merecedoras en el fútbol de un tratamiento profundo, no llamando al SAME, como si fuera un tratamiento de emergencia.

Los futbolistas de River juegan mejor que los de Boca en estas circunstancias, no solo todo pasa por un corazón golpeado y un alma atribulada. River le midió todos los puntos a Boca y el equipo de Alfaro se empequeñece ante cualquier circunstancia. Fue harto criticado en el partido de la Superliga por un planteo timorato y sin vuelo. En esta caída, no solo por eso, sino por una formación inentendible, con Soldano, otrora goleador en Unión, transformado en un corredor por los andariveles sin sentido.

River lo atemoriza a Boca, recuerda viejos tiempos en las que circunstancias marcaban un dominio en sentido inverso. Hace tiempo que los campeones de la Libertadores le perdieron el respeto a su rival de siempre; en River o en la Bombonera, le gana, juega mejor, lo atropella y, si es necesario, le pega sin rubor. Ayer no fue necesario.

Casco y Montiel son una tortura, especialmente este último. Ni el anterior técnico ni éste le encuentran solución. Son endebles las respuestas, Reynoso no siente la marca, Soldano no sabemos qué siente. River tiene mejor juego interior, esta vez Fernández escapó de la zona derecha en el primer tiempo, arrancó de la izquierda al medio y Boca lo perdió. River entra y sale de la zona con facilidad. Sus delanteros, Borré, Suarez o Scocco, se cruzan, jamás son referencia. Los de Alfaro, impávidos, los corren, se desordenan, terminan siendo anárquicos, sin justeza en el trato con la pelota.

Andrada es gran responsable del primer gol de River, en la acción previa al penal pierde una pelota propia de un principiante, En sus ojos se refleja la carga que son estos partidos para él. En Madrid fue igual. La torpeza de Emmanuel Mas completó la obra. Tevez, Zárate, Reinoso, Mac Allister deberían ser una fuente de buen juego en Boca, pero se paralizan, se equivocan, no aciertan un pase. River es homogéneo, duro, veloz, de transiciones rápidas para ir en un sentido y en otro. Gana los mano a mano. Cuenta con un estado físico excepcional.

Tranquilamente podría decirse que todo está dicho. Que es una diferencia lo suficientemente amplia como para levantarse y salir en busca de la final. Cuesta creer que en 20 días Boca pueda darlo vuelta, aunque se juegue en la Bombonera. El fútbol de hoy se juega en varios planos. River es más fuerte en lo estratégico, en lo táctico, en lo físico y en la calidad de sus jugadores. Le gana a Boca en los todos los sentidos del juego. Defensa de las áreas, transiciones, posesión, pases, seguridad en el traslado, dinámica, en el uno contra uno. Es más fuerte, más macizo, en los choques caen los de River y le gana por goleada en lo anímico. En este momento una circunstancia vital en el deporte de alta competencia. Hace días pasó por Buenos Aires, el doctor Daniel Goleman, célebre por sus escritos en Inteligencia Emocional y dejó algunas de sus frases: “La tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales y dificultar la capacidad de aprendizaje” o esta otra: «Sin una atención selectiva, la experiencia seria un completo caos”.

Boca debe usar el poco tiempo que tiene para salir del caos, Goleman lo dice bien, de ello solo se sale aprendiendo, dejando lentamente los miedos. Alguien lejos de la psicología y más cerca de un campo de fútbol, le podría aconsejar a Alfaro algo más simple : poné los jugadores donde corresponden y jugá al ataque. Jugá para todos los gustos.

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